El psiquismo del recién nacido en su contacto
con el mundo ofrece algunas características que determinará en proporción
importante su futuro:
- una organización psicoafectiva con un perfil singular desde el inicio
- la capacidad necesaria para una dependencia prácticamente total de su madre
- su sistema neuropsíquico no ha completado aún su desarrollo y necesita del estímulo físico y humano que active su potencial evolutivo.
- Estas circunstancias hacen que el vínculo entre el niño y su madre se privilegie como la condición necesaria para el desarrollo
- La madre o su sustituto, asistida por el padre, se constituye en el mediador selectivo entre el niño y el ambiente.
- El rol de los padres deberá ir evolucionando, en la constitución de la simbiosis inicial, hacia la generosidad, que permita al niño el logro de la paulatina individuación, acompañándolo en el camino hacia la autonomía y afianzamiento de su identidad y la capacidad para el ejercicio de plenitud y libertad personal.
La
estructura familiar en cuanto al ambiente la forma y estilo de adaptación dependerán del interjuego que se dé entre sus
recursos constitucionales, psíquicos y biológicos, y los vínculos con los
objetos que el medio externo aporta (la familia más próxima) y entre estos dos
a modo de constante, los sucesos infantiles.
Poniendo el
acento en el vínculo entre el niño y fundamentalmente, su madre, éste establece
a través de los sucesivos encuentros del cuidado maternal, pronto a resolver
los estados de tensión y necesidades, tanto físicas como emocionales. Allí el
clima afectivo aportado por la madre, su capacidad para soportar la angustia y
de calmar y dar consuelo, guiados por una correcta capacidad empática, hacen
que el niño se sienta bueno, querido y aceptado tal cual es, pudiendo
incorporar en sí mismo los patrones de capacidad de cuidado y tolerancia a la angustia
y la espera. La madre mediante sus cuidados, trata de comprender sus
necesidades, estos cuidados despiertan la vida psíquica del niño y estimulan la
relación afectiva y el contacto con la realidad.
Es a partir de estos cuidados que se despierta en el niño el
sentimiento de confianza necesario que genera la autoestima, y aporta los
modelos de conducta que sustentan el cuidado de sí mismo y la modulación y
tolerancia de la ansiedad y la espera. Esto no significa que se deba satisfacer
todas sus demandas con la premura que el pequeño exige comprender al niño
significa algo distinto.
La frustración es un componente necesario implícito en un
desarrollo normal y el evitarla a toda
costa trastornaría el equilibrio del crecimiento. Esta debe realizarse en el marco del amor,
aportando los límites y marcando los rumbos determinados por las profundas
necesidades del niño, y no por la comodidad o la violencia del padre que la
provoca. La frustración ejercida de este modo y con esta intención acorde a la
necesidad del niño constituye la “frustración óptima” aquella que produce las decepciones
necesarias pero no traumáticas y permite.
Esta situación
promueve la formación de las estructuras del aparato psíquico, responsables del
control de los impulsos y potenciadora de la fuerza del Yo, a favor de
satisfacciones posteriores más seguras y adecuadas posibilitando la tolerancia
a frustraciones mayores en cantidad y duración.
El niño que logra crecer sanamente es
aquel cuya madre es capaz de proporcionarle respuestas empáticas óptimas
a sus deseos y necesidades psicológicas, esto le permite establecer funciones
empáticas transitorias con ella, pudiendo experimentar estados afectivos como
si fueran propios. Este es el origen de la capacidad de empatía
consigo mismo y con los demás.
Esto trae
consigo la fortaleza, expresada en la capacidad de sobreponerse a las
urgencias y ansiedades que la espera para la satisfacción despiertan, condición
que los pacientes adictos no han podido lograr.
Todos estos factores contribuyen a una discriminación de la realidad,
otorgándole estabilidad y haciéndolo independiente para que pueda ir paulatinamente modificando la
exigencia de “perfección absoluta del objeto.”
BIBLIOGRAFIA
1. Musacchio de
Zan, Amelia, “Drogadicción” Paidós. Buenos Aires. 1996
2. García Hoz,
Victor, “Familia, sexo, droga” Rialp. 1976
3. Dupont, Robert, “Drogas
de entrada: una guía para la familia” Prisma. México
4. Coleman, Vernon,
“Adictos y adicciones: causas, consecuencias y soluciones”
Grijalbo, Barcelona, 1998
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